El anhelo del hombre ha sido dominar la naturaleza. Pero sin
mesura, dejándose llevar por sus instintos ¿Alguien puede discutir que hemos
desarrollado mucho la tecnología y muy poco la conciencia? Los humanos somos
una especie avanzada en el conocimiento del mundo exterior y muy primitiva en
el conocimiento de nuestro interior, de nuestro propio ser.
Nuestros antepasados sufrían los embates de la naturaleza y,
por eso, la conocían. Nosotros, al apenas vivirla, apenas la conocemos: somos
un miembro autoamputado del cuerpo al que pertenece; en los últimos 150 años
hemos ido olvidando que pertenecemos a ese cuerpo. En Reforesta llevamos más de
veinte años dedicándonos a la educación ambiental, y constatamos día a día el
generalizado atraso en lo que a conocimientos, actitudes y valores hacia el
medio ambiente respecta. Nuestros niños, y también los mayores, nos
acostumbramos a ir al súper y encontrar de todo, sin importarnos de dónde
viene, cómo ha sido producido y, a menudo, sin prestar la suficiente atención a
los efectos sobre nuestra salud de determinados productos. Los efectos de esta
guerra contra la naturaleza se reflejan en la salud del planeta y, como no
podía ser de otra forma, también en la nuestra, en forma secuelas físicas y de
caos individual y social. Todo este proceso desencadenado por un capitalismo
extremadamente agresivo está produciendo además una gran desigualdad en el
reparto de la riqueza y, por tanto, del poder. Ello perjudica la calidad de
nuestras ya de por sí átonas democracias.
¿Qué tiene que ver todo lo anterior con Huertos Compartidos
y otras experiencias similares? Huertos Compartidos es un proyecto de
Asociación Reforesta, impulsado por su secretario general, Santiago Cuerda.
Esta iniciativa facilita la colaboración ciudadana para la puesta en marcha de
huertos ecológicos, especialmente en áreas urbanas. Para comprender la
naturaleza es necesario sentirse parte de ella, y qué mejor forma de
conseguirlo que trabajarla con respeto, para conseguir algo que nos es
imprescindible: alimentos de calidad, obtenidos con nuestras propias manos.
Así, quienes participan en estas experiencias recuperan el control sobre una
parcela tan importante de la vida como es la alimentación.
Además, evitan la emisión de CO2 derivada del
transporte. Este gas es el principal causante del calentamiento global. Por
otro lado, si tenemos en cuenta que la mayor parte de las ventas de frutas y
productos hortícolas la hacen las grandes superficies, al evitar dirigir una
parte de su dinero hacia estas megaempresas, hacen un gesto en favor de la
economía de proximidad y en detrimento de la economía globalizada, que se
caracteriza por su falta de control en sus largas cadenas de distribución, en
las que quien menos gana suele ser el productor y, quien más, las cadenas de
hipermercados con mayor implantación territorial. Otro aspecto importante para
la salud del planeta y de los propios horticultores es que la agricultura
ecológica evita el empleo de productos tóxicos y de semillas transgénicas. En resumen, experiencias como Huertos
Compartidos y otras similares empoderan a las personas, benefician la salud
personal y la de la Tierra y favorecen las relaciones sociales.
A estas alturas de la peli, la mayoría somos conscientes de
que poco o nada bueno podemos esperar de un establishment político y económico
dedicado a mantener unas reglas de juego favorables a sus propios intereses.
Tenemos que ser nosotros, la gente de a pie, quienes encontremos pequeñas
ventanas que nos permitan ganar independencia, y la horticultura urbana es un
ejemplo del tipo de alternativas que, entre todos, hemos de construir.
Por Miguel
Á. Ortega, autor de este blog y Presidente de Asociación Reforesta.
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