Si suponemos que el objetivo de la política debería ser contribuir a la traducción a la práctica de grandes valores como la paz, la justicia o la igualdad de oportunidades, es decir, evitar que el entorno social impida a un individuo ser feliz, entonces tiene sentido analizar el perfil psicológico de quienes entran en política para saber si podemos esperar de ellos que obren en consecuencia. Advierto, antes de seguir, de mi sesgo ideológico: creo que el progreso social depende de la felicidad de la gente y, a su vez, para que todos tengamos más oportunidades de ser felices, el poder y la riqueza deben estar mejor repartidos.
Después de haber participado en política y reflexionado algo sobre esta cuestión, encuentro cuatro motivaciones básicas para entrar en esta actividad. Quienes lo hacen siguen una, dos o tres de ellas, combinadas en distintas dosis. Seguir las cuatro a la vez es imposible, porque la primera y la cuarta, por un lado, y la segunda y tercera, por otro, no son compatibles. También es cierto que se puede entrar con una motivación y, con el tiempo, "sobrevenir" otra. Son las siguientes.
1) Mejora de la posición social y económica personal
En España la Administración Central es responsable de menos de la cuarta parte del gasto total de las administraciones públicas. Por ello, a los políticos y políticas que persiguen fundamentalmente este objetivo los encontraremos sobretodo en el poder local y autonómico, que les garantizan el trato con una buena cantidad de contratistas y demás gente dispuesta a agradecerles sus favores. Su estilo de hacer política es el más parecido al de “El Padrino”, pues no se trata sólo de conseguir tajada, sino posición social. Por eso cuidarán mucho a los suyos, a quienes colocarán en puestos creados para ellos en la administración y en fundaciones y empresas públicas. Generalmente son tan encantadores como manipuladores. Huelga decir que es ingenuo depositar en ellos ningún tipo de expectativa de cambio social (aunque si lo que uno busca es medrar, no es mala idea cobijarse en su sombra).
Hay una subespecie de este tipo de político, menos dañina pero no por eso digna, que es la de quien, a lo tonto a lo tonto, empieza tratando con políticos y termina convirtiéndose en uno de ellos, porque le ofrecen aquello que busca y le deja contento: un sueldo. A cambio sabe que sólo tendrá que votar lo que le digan sus jefes.
2) La erótica del poder
A quienes buscan poder les mueve el ego. Por tanto no hay que temer que se pringuen directamente en la corrupción, pero la tolerarán en su entorno si ello favorece sus opciones de mantenerse en el poder. Lo que quieren es que la Historia los recuerde como grandes figuras. Creen en la Razón de Estado, en la realpolitik. O sea, juegan en la liga nacional y en los campeonatos internacionales. Como, para lo bueno y para lo malo, son animales políticos, saben contemporizar con los auténticos poderes fácticos aunque, para no defraudarse a sí mismos, de vez en cuando harán como que les dan un zarpazo. Pero raramente llegarán a dárselo de verdad. Para ellos y ellas lo importante es verse ahí, entre los poderosos. No cabe esperar que emprendan grandes acciones para lograr el empoderamiento de los ciudadanos; sería un contrasentido porque, cuanto más repartido y accesible es el poder, menos erótico resulta.
3) Simpatizar con una fuerza política, y probar a ver qué tal
En mi opinión, esta es la motivación number one. La de la mayoría de quienes integran las bases. Pertenecen a una fuerza política como pueden pertenecer a una ONG, a un club de fútbol o a uno de senderismo. Para estas personas la política puede ser cuestión de entretenimiento, de relacionarse, de hacer algo, de rellenar su identidad, más que de hacer carrera política. Además, en este colectivo son mayoría quienes no trabajan ni para la Administración ni para empresas y organismos públicos, y eso es un serio inconveniente, ya que se dispone de menos tiempo y flexibilidad en la jornada laboral.
4) El deseo sincero de contribuir a la transformación de la sociedad
Hoy por hoy, quienes tengan esta motivación deberían saber que su destino es estar en partidos minoritarios. Quien, entre ellos y ellas, insista en mantenerse en los grandes partidos, probablemente tarde o temprano se verá abordado por una incómoda crisis de identidad. ¡Ojo! No estoy hablando de honestidad. Los políticos y políticas honestos son mayoría en todos los partidos, pero en las fuerzas políticas más vinculadas al Establishment (entre ellas PP y PSOE) abundan las personas conformistas y posibilistas.
Me resulta difícil hacer un retrato en el que quepan todas estas personas. Tienen en común entender la política como una vocación de servicio y estar muy convencidas de sus ideas. Tanto que, a menudo, son bastante inflexibles. En cierta manera, son el componente más emocional de la política. En este lote caben partidos de extrema derecha, nacionalistas, de extrema izquierda, ecologistas, animalistas... Sí porque, por muy rechazables que nos parezcan las ideas de algunas de estas tendencias, si queremos ser intelectualmente honestos debemos reconocer que quienes las defienden las viven como su verdad y, muchas veces, como la verdad absoluta.
Por hoy lo dejo aquí. La próxima entrega se ocupará de cómo esta clasificación afecta a la vertiente política del movimiento ecologista. Y amenazo desde ya con una tercera que habla de nosotros, los que nos estamos en política (me incluyo porque hace poco tomé la decisión de dejarla).
Después de haber participado en política y reflexionado algo sobre esta cuestión, encuentro cuatro motivaciones básicas para entrar en esta actividad. Quienes lo hacen siguen una, dos o tres de ellas, combinadas en distintas dosis. Seguir las cuatro a la vez es imposible, porque la primera y la cuarta, por un lado, y la segunda y tercera, por otro, no son compatibles. También es cierto que se puede entrar con una motivación y, con el tiempo, "sobrevenir" otra. Son las siguientes.
1) Mejora de la posición social y económica personal
En España la Administración Central es responsable de menos de la cuarta parte del gasto total de las administraciones públicas. Por ello, a los políticos y políticas que persiguen fundamentalmente este objetivo los encontraremos sobretodo en el poder local y autonómico, que les garantizan el trato con una buena cantidad de contratistas y demás gente dispuesta a agradecerles sus favores. Su estilo de hacer política es el más parecido al de “El Padrino”, pues no se trata sólo de conseguir tajada, sino posición social. Por eso cuidarán mucho a los suyos, a quienes colocarán en puestos creados para ellos en la administración y en fundaciones y empresas públicas. Generalmente son tan encantadores como manipuladores. Huelga decir que es ingenuo depositar en ellos ningún tipo de expectativa de cambio social (aunque si lo que uno busca es medrar, no es mala idea cobijarse en su sombra).
Hay una subespecie de este tipo de político, menos dañina pero no por eso digna, que es la de quien, a lo tonto a lo tonto, empieza tratando con políticos y termina convirtiéndose en uno de ellos, porque le ofrecen aquello que busca y le deja contento: un sueldo. A cambio sabe que sólo tendrá que votar lo que le digan sus jefes.
2) La erótica del poder
A quienes buscan poder les mueve el ego. Por tanto no hay que temer que se pringuen directamente en la corrupción, pero la tolerarán en su entorno si ello favorece sus opciones de mantenerse en el poder. Lo que quieren es que la Historia los recuerde como grandes figuras. Creen en la Razón de Estado, en la realpolitik. O sea, juegan en la liga nacional y en los campeonatos internacionales. Como, para lo bueno y para lo malo, son animales políticos, saben contemporizar con los auténticos poderes fácticos aunque, para no defraudarse a sí mismos, de vez en cuando harán como que les dan un zarpazo. Pero raramente llegarán a dárselo de verdad. Para ellos y ellas lo importante es verse ahí, entre los poderosos. No cabe esperar que emprendan grandes acciones para lograr el empoderamiento de los ciudadanos; sería un contrasentido porque, cuanto más repartido y accesible es el poder, menos erótico resulta.
3) Simpatizar con una fuerza política, y probar a ver qué tal
En mi opinión, esta es la motivación number one. La de la mayoría de quienes integran las bases. Pertenecen a una fuerza política como pueden pertenecer a una ONG, a un club de fútbol o a uno de senderismo. Para estas personas la política puede ser cuestión de entretenimiento, de relacionarse, de hacer algo, de rellenar su identidad, más que de hacer carrera política. Además, en este colectivo son mayoría quienes no trabajan ni para la Administración ni para empresas y organismos públicos, y eso es un serio inconveniente, ya que se dispone de menos tiempo y flexibilidad en la jornada laboral.
4) El deseo sincero de contribuir a la transformación de la sociedad
Hoy por hoy, quienes tengan esta motivación deberían saber que su destino es estar en partidos minoritarios. Quien, entre ellos y ellas, insista en mantenerse en los grandes partidos, probablemente tarde o temprano se verá abordado por una incómoda crisis de identidad. ¡Ojo! No estoy hablando de honestidad. Los políticos y políticas honestos son mayoría en todos los partidos, pero en las fuerzas políticas más vinculadas al Establishment (entre ellas PP y PSOE) abundan las personas conformistas y posibilistas.
Me resulta difícil hacer un retrato en el que quepan todas estas personas. Tienen en común entender la política como una vocación de servicio y estar muy convencidas de sus ideas. Tanto que, a menudo, son bastante inflexibles. En cierta manera, son el componente más emocional de la política. En este lote caben partidos de extrema derecha, nacionalistas, de extrema izquierda, ecologistas, animalistas... Sí porque, por muy rechazables que nos parezcan las ideas de algunas de estas tendencias, si queremos ser intelectualmente honestos debemos reconocer que quienes las defienden las viven como su verdad y, muchas veces, como la verdad absoluta.
Por hoy lo dejo aquí. La próxima entrega se ocupará de cómo esta clasificación afecta a la vertiente política del movimiento ecologista. Y amenazo desde ya con una tercera que habla de nosotros, los que nos estamos en política (me incluyo porque hace poco tomé la decisión de dejarla).
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